domingo, 13 de julio de 2008

“Hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad”


Lo llaman “el rey de las fugas”. Gozaba de salidas transitorias y no regresó a la cárcel. Lo buscan varias fuerzas de seguridad. PáginaI12 lo entrevistó en la clandestinidad. El resultado: una charla en la que explica su visión de los hechos. Por qué reincidió, qué le reclama a la Justicia, cómo ve su futuro.


Por Carlos Rodríguez

Se lo nota ansioso, con ganas de hablar, pero su discurso sale con fluidez. Se empeña en aclarar, con argumentos jurídicos, que lo suyo “no fue una fuga”, aunque sabe que para la Justicia, la policía y buena parte de la sociedad “no importa lo que yo exprese, porque para ellos soy Satanás”. Insiste en que fue injusta, como lo determinó la Sala Tercera de la Cámara de Casación bonaerense, la condena a 33 años que le habían aplicado en diciembre de 2005 y que fue reducida a 25 años en noviembre de 2007. “Por lo que hice me podían dar 16 o 17 años de cárcel. Me dieron 25, pero igual, si aplicaran las leyes como corresponde, mi condena ya estaría cumplida.” El que habla en exclusiva con PáginaI12, desde la clandestinidad, es Daniel Agustín Cabrera, Tractorcito, el ladrón de bancos que volvió a ser noticia el 1º de julio, cuando se supo que había incumplido el régimen de salidas transitorias y no había regresado a la Unidad Penal 19 de Ezeiza. La visión de Tractorcito es otra: “¿Cuántos años quieren que esté preso ilegalmente? Ahora, hasta dicen que me fugué. Simplemente hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad”.
Durante la entrevista personal concertada telefónicamente a través de terceras personas (ver aparte), Cabrera hizo una larga valoración jurídica de su condena y arremetió contra el juez de ejecución penal de Mar del Plata Esteban Ignacio Viñas. “Me prometió que en abril me iba a pasar al régimen de ‘prisión discontinua’ que me iba a permitir salir desde el lunes hasta el viernes, regresando a la cárcel los fines de semana. Seguí saliendo sólo tres días por semana, seis hora por día, lo que no me permitía ni estudiar ni trabajar.” Su enojo lo expresa con la voz cortada y los ojos rojos (no se permite a sí mismo llorar en público): “¿Para qué me hizo ilusionar, si después no me dio nada?”
Cabrera parece entero, pero sabe que está en el laberinto de una vida signada por su infancia en la calle, sin padres, su ingreso en el mundo del delito (su “etapa de salvaje”, dice) y su intento por ser “una mejor persona”. En la entrevista se pregunta: “¿De qué me sirvió estudiar y soñar una vida mejor, cuando la Justicia te cierra todas las puertas y muchos están deseando que vuelva el “ícono” Tractorcito?”.
–A partir de las noticias que se habían publicado, se esperaba que pudiera rehacer su vida, ser abogado, trabajar. No se entiende por qué decidió romper con el régimen de salidas transitorias. ¿Por qué lo hizo?
–No se trata de lo que piensa o de lo que cree la gente. Se trata de la vida de un hombre. Dentro de las normas legales, yo tendría que estar en libertad hace dos años. Como eso no se dio, vengo soportando una injusticia jurídica, a pesar de hacer las cosas como se dice que las tengo que hacer. Hay otras personas que no hacen las cosas como corresponde, pero son señores a los que hay que respetar porque es la palabra de “vuestra excelencia”. Las leyes no deben ser objeto de interpretación, sólo tienen que ser aplicadas.
–¿A qué se refiere concretamente?
–Hay muchas cosas que se dieron. Estoy detenido desde 1995. Estaba vigente la Ley 24.390, que establecía el cómputo del dos por uno por cada día de cárcel después de los dos años sin condena firme. Yo tuve dos fugas. De la última me recapturaron el 3 de noviembre de 2000 en Bahía Blanca. La ley del dos por uno caducó el 1º de junio de 2001. Como las leyes no se pueden aplicar en forma retroactiva, a mí me corresponde el cómputo del dos por uno. Por eso, a la fecha, estaría cumpliendo 24 años de cárcel. Casi los 25 que me dieron de condena.
–Todavía le quedaría un tiempo para cumplir la pena.
–Cuando redujeron la pena de 33 a 25 años, con mi abogado (Silvio Ramón Duarte) presentamos una apelación ante la Suprema Corte bonaerense para que se aplique, en mi caso, la normativa de modificación de la Ley 23.886, en su artículo 189 bis, que es la quita de la pena por tenencia de armas de guerra. En mi caso, me tendrían que sacar tres años de la condena de 25. Dicho de otra manera, me tendrían que computar cuando menos 27 años de cárcel. Por eso le pedimos a la Suprema Corte provincial que decrete mi excarcelación por cumplimiento de la pena.
–¿Por qué no siguió la batalla legal sin romper, como lo hizo, con el régimen de salidas transitorias?
–Esto se produjo por las promesas incumplidas. Por los hombres que dicen tener palabra y no la tienen. Yo tuve una entrevista, el 20 de diciembre del año 2007, con el juez Esteban Ignacio Viñas. El me dijo que me iba a dar mis salidas transitorias, que iba a pasar las fiestas con mi familia y que posteriormente, en el mes de marzo, me iba a modificar mis salidas para que yo tuviera permiso legal para ir a la universidad, para ir a trabajar y para seguir afianzando mis lazos familiares. Cuando me dijo eso, yo creí en el hombre y creí en la Justicia.
–Esa promesa no se cumplió.
–Puse todo mi empeño para cumplir con la ley y la palabra del doctor Viñas. El mismo me dio permiso para que me inscribiera en la Universidad Ke-nnedy. El lunes 14 de abril comenzaban mis clases. Se me dio también el permiso para ir a trabajar al estudio del doctor Ernesto Vissio, que cubrió todos mis gastos de la inscripción en la universidad y mi matrícula. Debía trabajar de lunes viernes, en el horario de 8 a 18, para después ir a la universidad desde las 19.15 hasta las once de la noche. Viñas jamás me modificó el régimen de salidas. Nunca pude ir a la universidad y tampoco a trabajar en el estudio de Vissio, en San Justo. Lo único que me dio fueron seis horas diarias, de 14 a 20. No tenía tiempo ni para trabajar ni para estudiar.
–¿Cómo hacía para mantener a su familia?
–Mis recursos son muy escasos. Se me fueron los pocos ahorros que tenía y ni siquiera podía alimentar a mis hijos. No le podía pagar la cuota en el colegio a mi hijo menor. Cortaron el teléfono y la luz en mi casa. No es una excusa. Hay personas que tienen otra realidad. La mía es la que estoy planteando. Creo que lo único que están buscando con todo esto es encontrar la forma de que el icono resucite. Van a tratar de ponerme allá arriba de los estrados judiciales para poder juzgarme y condenarme, para poder decir que he cometido otros delitos, que he hecho algo que no corresponde. Recién allí, todos van a estar satisfechos, van a estar contentos. Todos van a poder decir, como hacen siempre, que el árbol que nació torcido jamás se puede enderezar.
–¿No les está dando la razón al interrumpir el régimen de salidas transitorias?
–Los cambios vienen de adentro de uno mismo. Hay que darle otra mirada al sistema blumberiano. Ellos dicen que tienen que destruir a todos los pobres y los pocos que puedan quedar vivos tienen que ser esclavos de ellos. Yo no puedo ser esclavo de nadie. Sin embargo, siempre fui un esclavo del sistema. Todos creen conocer a Tractorcito, pero no saben lo que hay adentro del ser humano. Ellos creen que soy Satanás, que soy Aladino, pero soy solamente un hombre. Un hombre dispuesto a cualquier cosa, incluso a entregarme si ellos me lo piden, pero si ellos me cumplen dándome la libertad basándose en el artículo 317, inciso segundo, del Código Penal. Una excarcelación por agotamiento de pena en estado de detención. Eso es lo que le pedimos a la Suprema Corte bonaerense. Quiero que me hagan un cómputo real con las normativas legales vigentes.
–La Justicia es lenta y en el caso de un ladrón famoso, hay una presión mediática y social que hace las cosas más complicadas.
–Si lo sabré... Me condenaron a 33 años de prisión en forma ilegal, por un artículo que no corresponde a mi caso. El artículo 227 ter del Código Penal es por terrorismo de Estado, cuando yo jamás he matado a nadie. No tengo una sola causa por lesiones ni graves ni gravísimas, ni siquiera por resistencia. Mis delitos son comunes. Robo a mano armada. evasión, adulteración de documento. Lo máximo que se me podía aplicar, dentro de las normas jurídicas, es 16 o 17 años. Me dieron 33 años. Eso no existe. No lo digo yo, lo dijo el fiscal de la Cámara de Casación tercera, que debe ser un erudito en el tema. El fiscal debe pedir el máximo de la pena. pero en mi caso el mismo fiscal dijo que era una pena tortuosa. Que era una pena de muerte la que me aplicó el juez. Si lo dice el fiscal, qué debo decir yo dentro de mi ignorancia jurídica.
–¿No podía esperar el fallo de la Suprema Corte? ¿No era una mejor opción que la de romper el régimen de salidas transitorias?
–Esperé dos años y medio a que me redujeran la pena a 25 años. Ahora tendría que esperar dos o tres años más y seguramente tendría que presentar una nueva apelación ante la Corte Suprema Nacional, que era a donde queríamos llegar. Todo este tiempo debería computarse doble. ¿Cuántos años quieren que esté preso ilegalmente? Ahora, hasta dicen que me fugué. Simplemente hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad.
–¿Siente que es eterna la condena que pesa sobre Tractorcito?
–Yo respeto a los organismos, al Servicio Penitenciario, a los jueces, a los fiscales y a todo el periodismo. Respeto la amplitud de conocimientos que tienen los periodistas, pero se desprende que algunos no conocen nada. Te juzgan y prejuzgan, desde su punto de vista, desde su escritorio. Ahora dicen que yo trabajaba y estudiaba. Eso no es cierto, porque nunca se me dio el permiso para poder hacerlo. No averiguaron donde correspondía, pero hablan. La decisión que tomé no es apresurada. Yo creo que he cumplido con mi pena, pero no lo digo de soberbio, sino porque lo he sufrido y porque conozco un poco el tema jurídico.
–¿No se arrepiente de su decisión actual?
–Es doloroso que un hombre que nunca creyó en nada, de pronto crea y ponga todas sus fuerzas porque piensa que puede creer. Ponés todas tus ganas, tus fuerzas, tu voluntad, aprendés a escribir en una computadora, trabajás en talleres literarios, en talleres de manualidades, en talleres de arte, hacés la primaria y la secundaria, te inscribís en una carrera de abogacía, tenés la posibilidad de trabajar en un estudio jurídico, se te abren casi todas las puertas, pero el juez te cierra todo y no te deja. He logrado lo máximo en conducta y en concepto: 10-10. ¿De qué me sirvió? ¿Para qué sirve todo este desarrollo del conocimiento, si cuando ellos tienen que estimularte, ayudarte a organizarte y apoyarte, te cierran todas las puertas? Me parece que todo es un farsa y una gran mentira.
–¿Lo hace responsable al juez Viñas?
–Cómo puede ser que un juez que te dice que te va a ayudar, te ayuda a cagarte la vida. Te la complica. Es que no es su vida. ¿Los jueces son para todos iguales? A veces preferiría haberme quedado en la ignorancia, porque las cosas que aprendí, en lo jurídico, no se aplican como debería ser. La ley de Blumberg es para encerrar a los pobres, a los chicos cuando cumplen los 12 años. Es como matarlos, como sentarlos en la silla eléctrica o meterlos en la cámara de gas.
–¿Qué opina del tratamiento que le dio la prensa a su decisión de no volver a la cárcel?
–Muchos periodistas me odian. Gente de Radio 10, de Canal 9, muchas personas. Yo no los conozco. Hablan de mí como si me conocieran y yo nunca los vi. ¿Tan sabios son? ¿Tan grande es la capacidad que tienen en su mente para poder conocerme? ¿Por qué pierden el tiempo en ser periodistas? Con ese poder podrían ayudar a la gente. Con esos conocimientos adquiridos de la nada, podrían ocuparse de la realidad, en vez de desinformar. Eso les debe dar la posibilidad de vivir bien, de tener mucho dinero. Yo siempre me hice cargo de lo que hice y lo pagué. Eso me hizo sentir bien. Ellos no tienen derecho de mentir sobre mí.
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Casarse “de blanco” y con los hijos
Por Carlos Rodríguez

A pesar del momento que vive, Daniel Agustín Cabrera asegura que sigue viendo “una vida buena” en el futuro, lo que incluye casarse “de blanco” con Liliana, su actual pareja, y estar al lado de sus cuatro hijos, sobre todo de Marquitos, el menor. Afirma que las cárceles “se alimentan de seres humanos” y que “la muerte de un malviviente tiene un efecto ‘terapéutico’ para los bienvivientes”.

–Si vuelve a la cárcel va a perder todos los beneficios.
–Las cárceles se alimentan de seres humanos. Muchos pobres terminan en las cárceles. Mucha gente sufre. El preso y su familia, para cubrir a veces tantas mentiras del poder, de la corrupción judicial o policial.
Me han robado casi toda mi vida o me la he robado yo. A veces no lo entiendo. Mi cara es visible y si en algún momento llegara a cometer algún delito, las personas me identificarían. Claro que también hay personas que están dispuestas a declarar, a ser testigos porque están preparados y están pagados para hacerlo. Muchos quieren salir en la foto diciendo que fueron los que detuvieron a Daniel Agustín Cabrera.
–¿Se refiere a la policía?
–A todos los organismos. Puede ser un fiscal, un juez, un policía, un gendarme. Y si tienen la posibilidad de “aclarar” algún hecho, también lo van a hacer. Y si es posible, van a decir que estuve en un enfrentamiento, aunque no haya existido, porque jamás ando con armas encima. Cualquiera puede estar dispuesto a presentar la mesa servida. La muerte de un malviviente tiene un efecto terapéutico sobre los bienvivientes. Parece que los cura y todos aceptan lo que dice la policía. Eso, aunque se ha demostrado en cientos de casos que todo fue inventado. Casos de gatillo fácil, de “errores” donde siempre resulta muerto alguien.
–¿Cómo ve su futuro?
–Mi futuro es muy difícil, pero siempre les hice frente a la vida y a los desafíos. Igual sigo teniendo una sonrisa en los labios y sigo viendo una vida buena. Poder casarme con la mujer que amo. La veo vestida de blanco. Poder estar con mis hijos, acompañarlos. Estar con Marcos, con Jorge, con Sol, con Cristian, poder esperar algún nieto, poder recibirme de abogado. Es poco lo que puedo aspirar. Eso más allá de que me busquen o no me busquen, de que me agarren o no me agarren. Yo voy a tratar de estar lejos de todos y cerca de los míos. Pienso reunirme con mis abogados y que sigan pidiendo mi excarcelación. Si se me da, voy a poder retornar a mi casa, volver a estar con mi hijo.
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La historia de esta nota
Por Carlos Rodríguez

La voz en el teléfono fue escueta y contundente: “Tractorcito Cabrera quiere hablar con vos. ¿Querés hacerle una entrevista?”. Después de la inmediata respuesta positiva, siguieron nuevos llamados, un lugar de encuentro y la cita, a solas, en un auto estacionado en un lugar de la provincia de Buenos Aires. Con Daniel Cabrera nos conocemos desde enero de 2001, cuando le hice la primera nota. En el auto encontré al mismo hombre que entrevisté en la cárcel, deseoso de leer y de estudiar, pero ahora con muchos más conocimientos, de cultura general y de cuestiones jurídicas.
Lo había visto varias veces en su casa, con su mujer, Liliana, y su hijo menor, Marquitos. Era muy convincente cuando decía que quería rehacer su vida. Por eso la sorpresa cuando decidió no volver a la cárcel. Recordé sus deseos de libertad, lógicos, cuando estaba en la Unidad 1 de Ezeiza. Cuando deliraba con que su mujer lo rescatara en helicóptero, como había ocurrido una vez en un penal de Francia.
Sus urgencias eran las de tratar de demostrar que ya cumplió su pena, que ya hizo todo lo que tenía que hacer para estar libre de nuevo, sin ninguna traba. Llevaba consigo una bolsa plástica con los fallos recientes que lo involucraron y un Código Penal al que citaba en forma permanente. Cada afirmación suya, respecto de sus causas, merecía una recorrida por el texto del Código, para corroborar que los artículos y los incisos citados en la entrevista eran los correctos. Me dejó la impresión de un hombre que se muestra duro, pero que sabe de fragilidad y de peligro. Un hombre que necesita un bote salvavidas. Siempre repite la misma máxima: “La ley es como las serpientes: sólo muerde a los que andan descalzos”.
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Una carrera hacia el podio
Por Carlos Rodríguez

Si se hiciera un ranking de ladrones famosos Daniel Cabrera, Tractorcito, estaría en algún lugar del podio. Se crió con su madre y algunos de sus hermanos. A su padre no lo conoció. Tuvo un padrastro que –dice– lo ataba a una silla y lo golpeaba. Confiesa que compró un arma con la idea de asesinarlo. No pudo. Sólo lo amenazó de muerte si seguía golpeando a su madre y se fue de la casa materna. La primera vez que robó, siendo niño todavía, cayó preso en Ingeniero Maschwitz, partido de Escobar. Un mal comienzo. Su carcelero fue un joven policía llamado Luis Abelardo Patti, luego también famoso, pero como torturador.
Muchos años después, cuando ya era conocido por robar bancos, quisieron endilgarle el asalto a un camión cargado de pescado. “Yo no sé robar pescado. Para hacerlo, debería conocer cómo comercializarlo y no lo sé. Yo sólo robo bancos.” De ese robo lo absolvieron. Los propios policías que lo persiguieron reconocen que es “un ladrón con códigos, de los de antes”. El se define a su manera: “A las viejitas hay que ayudarlas a cruzar la calle. Yo no robo a viejitas ni trabajadores, robo bancos que tienen todo el dinero asegurado”.
Tuvo dos fugas históricas. En 1998, con otros chorros famosos como él, se largó de la cárcel de Devoto. Se hizo pasar por abogado y salió, muy trajeado, por la puerta principal, que da a la calle Bermúdez. No es raro que ande bien vestido. Tiene decenas de trajes y centenares de camisas y corbatas compradas en “la buena época”. Su fuga cumbre fue el 17 de septiembre de 2000. Se escapó del Departamento Central de Policía. Salió caminando por la puerta principal, de Moreno 1550, y se tomó un taxi. Se “abrojó” a una fuga planeada por los paraguayos Luis Alberto Rojas y Fidencio Vega Barrios, acusados por el crimen del vicepresidente del Paraguay Luis María Argaña. A Tractorcito lo condenaron, finalmente, a 25 años, por robos a mano armada. Dicen que formó parte de la banda de Luis “El Gordo” Valor. El lo niega. “Lo conozco, pero nunca estuve en su banda. Soy independiente”, aunque aclara, por las dudas, que es hincha de River Plate.


Nota de Carlos Rodríguez para Página 12.
Foto de Marisela Mengoechea.

jueves, 3 de julio de 2008

Se lo dedico a . . .

-Jorge Lanata, director del diario Crítica de la Argentina, en la entrega de los Premios Martín Fierro 2008.-

¿Quién era Brian Jones?



“Introvertido, paranoico y resentido hacia cualquier forma de autoridad", dicen los informes de colegio del alumno Lewis Brian Hopkin-Jones, nacido en Cheltenham el 28 de febrero de 1942. La misma banda que hoy, a 39 años de su muerte, sigue de eterna gira, alguna vez debutó con el nombre de Brian Jones and The Rolling Stones una noche del verano del 62. El nombre fue propuesto por él mismo, inspirándose en el tema de Muddy Waters: Rollin’ Stone Blues. Para que se tenga magnitud de lo que significó la muerte de este músico, más allá de lo que pasó ese 3 de julio de 1969 y el misticismo alrededor de su partida.

Líder y hasta, ¿por qué no?, manager de la banda, ejercía ese rol desde su carisma y hasta cobraba –de manera secreta- un adicional de cinco libras semanales por ser la cara visible, Multiinstrumentista, amigo de Bob Dylan, Jimi Hendrix y John Lennon, con estilo pop (que incluía tapados y bijouterie), a los 17 años ya era dos veces papá. Fue el único integrante de los Stones en participar en un tema de los Beatles: tocó el saxo alto en You know my name. Y el primer rocker en pararse frente a un tribunal por un tema de drogas, en 1967. Y uno más en morirse a los 27, junto con Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Kurt Cobain. Jamás firmó una canción, su voz no se escucha en ninguno de los discos, aunque fue partícipe de, quizá, la mejor etapa stone, entre 1962 y 1969.

Aportó su dinámica en temas como Lady Jane, Paint it black, Ruby Tuesday. “Brian era un tipo que podía tocar cualquier instrumento. Es él quien toca las marimbas en Under my thumb y el melotrón en Satanic Majesties. Brian es las cuerdas de 2000 light years from home y los vientos de We love you, todas esas ondas árabes. Era una de esas personas que son tan hermosas en un sentido y tan pendejas en otro”, dijo alguna vez Keith Richards.

Mucho se dijo. Que el alcohol, que las drogas. Que su vida siempre al límite. Cuando murió, Brian ya no era miembro de los Rolling Stones: el 8 de junio de 1969 y antes de salir de gira por Estados Unidos, Jagger, Richards y Charlie Watts lo echaron de la banda (sería reemplazado por Mick Taylor). El informe policial dijo que fue sacado inconsciente del fondo de la pileta de su casa en Cotchford. Anna Wohlin -su novia- le hizo respiración artificial, pero era tarde. Siempre se sospechó de Frank Thorogood, un albañil de 44 años que hacía trabajos de refacción en la mansión de Brian. La película Stoned, del director británico Stephen Woolley, quien dedicó once años de su vida a este proyecto, afirma esta hipótesis: “Estoy convencido de que fue asesinado. No pienso que fue por el alcohol y las drogas”.



Oda a los ángeles -

Soy un habitante de una ciudad
Acaban de darme el papel del Príncipe de Dinamarca
Pobre Ofelia
Los fantasmas que él nunca vio
Vagando hacia su funesto destino
En un candelabro
Vuelve, guerrero valiente
Sumérgete
En otro canal
Una cálida piscina resbaladiza
Dónde está Marrakech
Bajo las caídas el vendaval
dónde han ido a parar los salvajes
al atardecer.

-Poema escrito por Jim Morrison en homenaje a Brian Jones. Se repartía en los shows que daba The Doors en Estados Unidos.-