jueves, 1 de octubre de 2009
¿Quién mejor para explicarlo?
lunes, 4 de mayo de 2009
Jugá limpio
-La siguiente nota fue publicada por el periodista Gustavo Veiga el domingo 3 de mayo en el diario Página 12-
EL COMISARIO KEVORKIAN ESTA IMPUTADO POR UNA MUERTE VIOLENTA
El fiscal Ricardo Renom, de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas 4 –quien interviene como parte acusadora en el sumario contra Kevorkian, el comisario Fernando Gabela, el otro responsable del operativo, y varios policías más–, informó a Página/12 que se trata de “una actuación disciplinaria interna de la Policía Federal en la que, por una medida cautelar dispuesta por la Justicia, la fiscalía ha podido formular cargos por irregularidades cometidas en el operativo del 25 de junio de 2005”.
Juan Carlos Pinto, uno de los abogados de la familia Blanco, recordó otro dato revelador: en el juicio penal que se sigue contra Mario Lagoria, el único policía que quedó con procesamiento firme en la causa, se constató mediante una filmación periodística que Kevorkian, vestido de civil, amenazó a los hinchas de Defensores que salían del partido contra Chacarita. “Te hago cagar a palos, ¿cuál es el problema?”, dijo el letrado que el policía le espetó a un simpatizante del club a la salida del estadio de Huracán, donde se produjo el operativo tras el encuentro que definía un descenso.
El problema en que no reparó el jefe policial fue que, por los fuertes golpes recibidos, Fernando sufrió fracturas de cráneo, contusión cerebral y hemorragia meníngea. Había sido uno de los tantos hinchas apaleados por la Guardia de Infantería y efectivos de civil que calzaban manoplas mientras les realizaban un pasillo chino (esa especie de desfiladero humano en el que se circula en un solo sentido y sin posibilidad de salir, para pegarles con lo que se tenga a mano).
La Resolución 330 del ministro porteño Guillermo Montenegro señala en su encabezado que “se designa responsable de la coordinación general para la puesta en funcionamiento de la Policía Metropolitana”. Y además, precisa en su único artículo el nombre del elegido para el cargo y las tareas que le encomiendan: “Asígnase al Comisario Mayor (RE) de la Policía Federal Argentina Carlos Arturo Kevorkian, DNI 10.431.296, la función de coordinación general de las actividades preparatorias e indispensables para la puesta en funcionamiento de la Policía Metropolitana, hasta tanto se designe el/la Jefe/a de la Policía y el/la Rector/a del Instituto Superior de Seguridad Pública, oportunidad en que caducará la vigencia de la presente resolución”.
Azorado por la designación del comisario, Angel Blanco, padre de Fernando, recordó que aquel 25 de junio del 2005 “todo fue un desastre y se trató de una emboscada. El público de Defensores era visitante, su equipo había perdido el partido por el descenso y en lugar de salir primero del estadio permaneció cuarenta minutos retenido. Pienso que quienes designaron al responsable de un operativo semejante para coordinar a la Policía porteña tendrían que haber evaluado estos antecedentes y que hay una causa por homicidio. Tal vez lo nombraron porque es un buen represor. Pero parece que nadie se da por enterado”.
La causa 32.902/5 a la que alude Blanco acaba de ser devuelta por la Cámara de Casación al Juzgado de Instrucción N° 26 a cargo de Mariano Scotto. Una fuente de su despacho dijo a Página/12 que “el expediente regresó la semana pasada con la decisión del Tribunal de Casación de no hacer lugar al recurso interpuesto por el fiscal contra el sobreseimiento de dos policías dictado por la Cámara de Apelaciones”. La explicación la completó recordando que “a los dos uniformados se les había dictado en primera instancia el procesamiento por vejámenes. Pero ahora, el único que quedó con procesamiento firme es Lagoria, el chofer del celular que conducía a Blanco después de haber sido detenido”.
El expediente está caratulado “Lagoria Mario/sobre homicidio culposo y evasión”. Esta última tipificación alude a que Blanco fue introducido en uno de los dos celulares (interno 9186, marca Iveco, patente AII 954) que llevaba apresado a un número indeterminado de detenidos que nunca llegaron a la comisaría 28ª. Sus padres, Angel y Clara, cuestionan los resultados que arrojó la instrucción: que Fernando murió por la presunta caída de ese vehículo, como sostiene la Federal. Para ellos falleció por los golpes que recibió antes y por la mala atención posterior. La causa la tuvo primero el juez subrogante Horacio Azzolín y luego pasó a manos de su colega Scotto, que lo sucedió en el Juzgado 26.
Para el matrimonio Blanco, lo más creíble es que a su hijo le pegaron con algún objeto contundente en la cabeza y luego lo arrastraron de los pelos hasta el transporte de detenidos, como se observa en imágenes tomadas por el programa de América 2, Cámara Testigo (ver aparte). La investigación de la causa estuvo desde un primer momento a cargo de la propia Policía, los testigos que declararon –en su mayoría– fueron aportados por esa fuerza de seguridad y la instrucción no refleja con precisión los pormenores de la golpiza fuera del estadio. Clara contó cuatro meses después de perder a su hijo que uno de los testigos propuesto por su familia es un joven que salió de la cancha tomándole la mano y que sufrió problemas psicológicos por la represión policial. “Quedó muy mal de ver cómo le pegaban a Fernando”, señaló en una nota de Página/12 el 26 octubre de 2005.
Tres días después del crimen, el entonces presidente Néstor Kirchner aludió al caso en un acto por los caídos de la Policía Federal. “Que ningún procedimiento errado o equivocado o alguna mala actitud de sus hombres empañen el tremendo esfuerzo que nuestra Policía Federal está haciendo para dar la seguridad que los argentinos merecemos.”
En aquel momento, desde la Subsecretaría de Seguridad en los Espectáculos Futbolísticos (Subsef) que conducía el ex árbitro Javier Castrilli se precipitaron a decir que Blanco había resistido la detención, que forzó la puerta del celular y se arrojó a la calle. Su superior, el por entonces ministro del Interior Aníbal Fernández, había recibido a los padres de Fernando, asegurándoles que iría hasta las últimas consecuencias con la investigación de su muerte. Pero tiempo después de que el funcionario decidiera la separación preventiva de dos policías involucrados en el caso, Pinto, el abogado de la familia, adujo tener problemas con que el Juzgado 26 aceptara a los testigos aportados a la causa y la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas se topó con dificultades para intervenir de oficio en el sumario disciplinario instruido por la Policía Federal.
“Nos presentamos en el sumario porque nos habilita el artículo 49 del Ministerio Público. Pero en la comisaría nos rechazaron como parte invocando que el sumario lo había iniciado la Policía Federal, un hecho que después repitió el Ministerio del Interior. Entonces, como Fiscalía interpusimos una acción contenciosoadministrativa y la Justicia en primera instancia nos habilitó con una medida cautelar a formular cargos en el sumario. El Ministerio del Interior apeló el fallo y ahora resta conocer la decisión de la Cámara”, señaló el fiscal Renom.
El comisario mayor Kevorkian, designado por el gobierno porteño gracias al decreto 342/09 y la Resolución 330 de su Ministerio de Justicia y Seguridad, nunca declaró en la causa 32.902/5 por el homicidio de Blanco, aun cuando había estado al frente del operativo policial que terminó con su muerte. Desligado de la acción penal que inició la familia del joven muerto, sólo le resta salir indemne del sumario interno en que está imputado en su propia fuerza. Un detalle que pasó inadvertido para el jefe de Gobierno Macri y el ministro Montenegro en el armado de la incipiente Policía Metropolitana.
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miércoles, 31 de diciembre de 2008
Cuatro años y el mismo dolor (¿ya nos olvidamos?)
El olvido es el disparo a la conciencia. La memoria es el final de la inocencia. Soplen fuerte para generar un viento que no deje que se eclipsen los recuerdos.Traigo leña para que no muera un fuego que no quiere contemplarnos como ciegos. Porque nunca se me va a curar la herida de haber visto cómo se me iba la vida. No omitamos que esa noche de diciembre almas púberes en busca de la gloria se encontraban cara a cara con la muerte a raíz de una vorágine traidora. Que me devuelvan las sonrisas espontáneas. Que, de regalo, puedo dar mi escepticismo. Que es aquel que ha de surgir en la desgracia de sentirse un ingenuo desprotegido. Y que el futuro sólo sea lo que viene y no aquel karma que a mi pánico entretiene. En la cama, por la noche, no estoy solo, pues la culpa es inquilina en mis entrañas. Cuando, en realidad, los dueños de este dolo son políticos de la peor calaña. Pareciera que no ha servido de nada. Sólo hay padres que no pierden la esperanza de acabar la impunidad que es promotora de una rabia que no da misericordia. Que lo escuchen los que creen que en su vida nunca pagarán los costos que le implican. Que se olviden de su intrepidez maligna. Y que nunca, pero nunca se repita... Que nunca, pero nunca se repita... Que nunca, nunca, nunca se repita... Que me devuelvan las sonrisas espontáneas. Que, de regalo, puedo dar mi escepticismo. Que es aquel que ha de surgir en la desgracia de sentirse un ingenuo desprotegido. Y que el futuro sólo sea incertidumbre. Y no la lumbre que amplifique así mi miedo. Reintégrenme el color que habitaba en los sueños. Yo puedo dar un centenar de pesadillas, que son aquellas que dan luz a mi desdeño y quieren empujar un sol que trastabilla. Y que el futuro sólo sea incertidumbre y no la lumbre que amplifique así mi miedo. Y no la nube que me impida ver el cielo.
-"Que nunca se repita": muy lindo tema compuesto por Santiago Aysine, cantante de Insoluble y sobreviviente de Cromañón.-
martes, 25 de noviembre de 2008
Tiro al pichón
El trabajo también resaltaba como inadmisible privar de la libertad a los niños por el contexto de pobreza en el cual se desarrollan. Hoy, año 2008, todavía está la incógnita sobre cuándo entrará realmente en vigencia la Ley Nacional de Protección Integral de la Infancia, que –reglamentada en abril de 2006- prohíbe el encierro de menores de 18 años por asuntos asistenciales.
Otro informe sobre el funcionamiento de las actividades del Consejo Nacional de Niñez, Minoridad y Familia (CONNAF) durante el año 2005 reveló graves falencias. La auditoría presentó hallazgos como la falta de documentación identificatoria de los chicos alojados, la existencia de legajos incompletos y la falta de pautas sobre los chequeos médicos a efectuarse al momento del ingreso. También se detectó en ese entonces un alto índice de permanencia y superpoblación en varias instituciones que, además, presentaban falta de profesionales. Se comprobó que los presupuestos asignados no alcanzaban para cubrir los gastos de alimentación, indumentaria y medicamentos. Y se alarmó sobre la imposición de sanciones que vulneraban los derechos del niño.
Así el panorama, hay quienes siguen insistiendo con la institucionalización, muros, barrotes y rejas . . .
lunes, 24 de noviembre de 2008
Proyecto Kiwi, la travesía de tres periodistas argentinos
Santiago López, Martín Weisz y Diego Salamone armaron el sitio http://www.proyectokiwi.com.ar/ para mostrar lo que seguramente será un excelente trabajo periodístico, con las particularidades de un mundo tan lejano y curiosidades del día a día del otro lado del mapa.
jueves, 21 de agosto de 2008
Empezó el juicio
(poema leído en la misa en Perú por los hijos de Utopía y los hijos de Cromañón)
domingo, 13 de julio de 2008
“Hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad”
Por Carlos Rodríguez
Se lo nota ansioso, con ganas de hablar, pero su discurso sale con fluidez. Se empeña en aclarar, con argumentos jurídicos, que lo suyo “no fue una fuga”, aunque sabe que para la Justicia, la policía y buena parte de la sociedad “no importa lo que yo exprese, porque para ellos soy Satanás”. Insiste en que fue injusta, como lo determinó la Sala Tercera de la Cámara de Casación bonaerense, la condena a 33 años que le habían aplicado en diciembre de 2005 y que fue reducida a 25 años en noviembre de 2007. “Por lo que hice me podían dar 16 o 17 años de cárcel. Me dieron 25, pero igual, si aplicaran las leyes como corresponde, mi condena ya estaría cumplida.” El que habla en exclusiva con PáginaI12, desde la clandestinidad, es Daniel Agustín Cabrera, Tractorcito, el ladrón de bancos que volvió a ser noticia el 1º de julio, cuando se supo que había incumplido el régimen de salidas transitorias y no había regresado a la Unidad Penal 19 de Ezeiza. La visión de Tractorcito es otra: “¿Cuántos años quieren que esté preso ilegalmente? Ahora, hasta dicen que me fugué. Simplemente hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad”.
Durante la entrevista personal concertada telefónicamente a través de terceras personas (ver aparte), Cabrera hizo una larga valoración jurídica de su condena y arremetió contra el juez de ejecución penal de Mar del Plata Esteban Ignacio Viñas. “Me prometió que en abril me iba a pasar al régimen de ‘prisión discontinua’ que me iba a permitir salir desde el lunes hasta el viernes, regresando a la cárcel los fines de semana. Seguí saliendo sólo tres días por semana, seis hora por día, lo que no me permitía ni estudiar ni trabajar.” Su enojo lo expresa con la voz cortada y los ojos rojos (no se permite a sí mismo llorar en público): “¿Para qué me hizo ilusionar, si después no me dio nada?”
Cabrera parece entero, pero sabe que está en el laberinto de una vida signada por su infancia en la calle, sin padres, su ingreso en el mundo del delito (su “etapa de salvaje”, dice) y su intento por ser “una mejor persona”. En la entrevista se pregunta: “¿De qué me sirvió estudiar y soñar una vida mejor, cuando la Justicia te cierra todas las puertas y muchos están deseando que vuelva el “ícono” Tractorcito?”.
–A partir de las noticias que se habían publicado, se esperaba que pudiera rehacer su vida, ser abogado, trabajar. No se entiende por qué decidió romper con el régimen de salidas transitorias. ¿Por qué lo hizo?
–No se trata de lo que piensa o de lo que cree la gente. Se trata de la vida de un hombre. Dentro de las normas legales, yo tendría que estar en libertad hace dos años. Como eso no se dio, vengo soportando una injusticia jurídica, a pesar de hacer las cosas como se dice que las tengo que hacer. Hay otras personas que no hacen las cosas como corresponde, pero son señores a los que hay que respetar porque es la palabra de “vuestra excelencia”. Las leyes no deben ser objeto de interpretación, sólo tienen que ser aplicadas.
–¿A qué se refiere concretamente?
–Hay muchas cosas que se dieron. Estoy detenido desde 1995. Estaba vigente la Ley 24.390, que establecía el cómputo del dos por uno por cada día de cárcel después de los dos años sin condena firme. Yo tuve dos fugas. De la última me recapturaron el 3 de noviembre de 2000 en Bahía Blanca. La ley del dos por uno caducó el 1º de junio de 2001. Como las leyes no se pueden aplicar en forma retroactiva, a mí me corresponde el cómputo del dos por uno. Por eso, a la fecha, estaría cumpliendo 24 años de cárcel. Casi los 25 que me dieron de condena.
–Todavía le quedaría un tiempo para cumplir la pena.
–Cuando redujeron la pena de 33 a 25 años, con mi abogado (Silvio Ramón Duarte) presentamos una apelación ante la Suprema Corte bonaerense para que se aplique, en mi caso, la normativa de modificación de la Ley 23.886, en su artículo 189 bis, que es la quita de la pena por tenencia de armas de guerra. En mi caso, me tendrían que sacar tres años de la condena de 25. Dicho de otra manera, me tendrían que computar cuando menos 27 años de cárcel. Por eso le pedimos a la Suprema Corte provincial que decrete mi excarcelación por cumplimiento de la pena.
–¿Por qué no siguió la batalla legal sin romper, como lo hizo, con el régimen de salidas transitorias?
–Esto se produjo por las promesas incumplidas. Por los hombres que dicen tener palabra y no la tienen. Yo tuve una entrevista, el 20 de diciembre del año 2007, con el juez Esteban Ignacio Viñas. El me dijo que me iba a dar mis salidas transitorias, que iba a pasar las fiestas con mi familia y que posteriormente, en el mes de marzo, me iba a modificar mis salidas para que yo tuviera permiso legal para ir a la universidad, para ir a trabajar y para seguir afianzando mis lazos familiares. Cuando me dijo eso, yo creí en el hombre y creí en la Justicia.
–Esa promesa no se cumplió.
–Puse todo mi empeño para cumplir con la ley y la palabra del doctor Viñas. El mismo me dio permiso para que me inscribiera en la Universidad Ke-nnedy. El lunes 14 de abril comenzaban mis clases. Se me dio también el permiso para ir a trabajar al estudio del doctor Ernesto Vissio, que cubrió todos mis gastos de la inscripción en la universidad y mi matrícula. Debía trabajar de lunes viernes, en el horario de 8 a 18, para después ir a la universidad desde las 19.15 hasta las once de la noche. Viñas jamás me modificó el régimen de salidas. Nunca pude ir a la universidad y tampoco a trabajar en el estudio de Vissio, en San Justo. Lo único que me dio fueron seis horas diarias, de 14 a 20. No tenía tiempo ni para trabajar ni para estudiar.
–¿Cómo hacía para mantener a su familia?
–Mis recursos son muy escasos. Se me fueron los pocos ahorros que tenía y ni siquiera podía alimentar a mis hijos. No le podía pagar la cuota en el colegio a mi hijo menor. Cortaron el teléfono y la luz en mi casa. No es una excusa. Hay personas que tienen otra realidad. La mía es la que estoy planteando. Creo que lo único que están buscando con todo esto es encontrar la forma de que el icono resucite. Van a tratar de ponerme allá arriba de los estrados judiciales para poder juzgarme y condenarme, para poder decir que he cometido otros delitos, que he hecho algo que no corresponde. Recién allí, todos van a estar satisfechos, van a estar contentos. Todos van a poder decir, como hacen siempre, que el árbol que nació torcido jamás se puede enderezar.
–¿No les está dando la razón al interrumpir el régimen de salidas transitorias?
–Los cambios vienen de adentro de uno mismo. Hay que darle otra mirada al sistema blumberiano. Ellos dicen que tienen que destruir a todos los pobres y los pocos que puedan quedar vivos tienen que ser esclavos de ellos. Yo no puedo ser esclavo de nadie. Sin embargo, siempre fui un esclavo del sistema. Todos creen conocer a Tractorcito, pero no saben lo que hay adentro del ser humano. Ellos creen que soy Satanás, que soy Aladino, pero soy solamente un hombre. Un hombre dispuesto a cualquier cosa, incluso a entregarme si ellos me lo piden, pero si ellos me cumplen dándome la libertad basándose en el artículo 317, inciso segundo, del Código Penal. Una excarcelación por agotamiento de pena en estado de detención. Eso es lo que le pedimos a la Suprema Corte bonaerense. Quiero que me hagan un cómputo real con las normativas legales vigentes.
–La Justicia es lenta y en el caso de un ladrón famoso, hay una presión mediática y social que hace las cosas más complicadas.
–Si lo sabré... Me condenaron a 33 años de prisión en forma ilegal, por un artículo que no corresponde a mi caso. El artículo 227 ter del Código Penal es por terrorismo de Estado, cuando yo jamás he matado a nadie. No tengo una sola causa por lesiones ni graves ni gravísimas, ni siquiera por resistencia. Mis delitos son comunes. Robo a mano armada. evasión, adulteración de documento. Lo máximo que se me podía aplicar, dentro de las normas jurídicas, es 16 o 17 años. Me dieron 33 años. Eso no existe. No lo digo yo, lo dijo el fiscal de la Cámara de Casación tercera, que debe ser un erudito en el tema. El fiscal debe pedir el máximo de la pena. pero en mi caso el mismo fiscal dijo que era una pena tortuosa. Que era una pena de muerte la que me aplicó el juez. Si lo dice el fiscal, qué debo decir yo dentro de mi ignorancia jurídica.
–¿No podía esperar el fallo de la Suprema Corte? ¿No era una mejor opción que la de romper el régimen de salidas transitorias?
–Esperé dos años y medio a que me redujeran la pena a 25 años. Ahora tendría que esperar dos o tres años más y seguramente tendría que presentar una nueva apelación ante la Corte Suprema Nacional, que era a donde queríamos llegar. Todo este tiempo debería computarse doble. ¿Cuántos años quieren que esté preso ilegalmente? Ahora, hasta dicen que me fugué. Simplemente hice lo que no hizo el juez: firmé mi libertad.
–¿Siente que es eterna la condena que pesa sobre Tractorcito?
–Yo respeto a los organismos, al Servicio Penitenciario, a los jueces, a los fiscales y a todo el periodismo. Respeto la amplitud de conocimientos que tienen los periodistas, pero se desprende que algunos no conocen nada. Te juzgan y prejuzgan, desde su punto de vista, desde su escritorio. Ahora dicen que yo trabajaba y estudiaba. Eso no es cierto, porque nunca se me dio el permiso para poder hacerlo. No averiguaron donde correspondía, pero hablan. La decisión que tomé no es apresurada. Yo creo que he cumplido con mi pena, pero no lo digo de soberbio, sino porque lo he sufrido y porque conozco un poco el tema jurídico.
–¿No se arrepiente de su decisión actual?
–Es doloroso que un hombre que nunca creyó en nada, de pronto crea y ponga todas sus fuerzas porque piensa que puede creer. Ponés todas tus ganas, tus fuerzas, tu voluntad, aprendés a escribir en una computadora, trabajás en talleres literarios, en talleres de manualidades, en talleres de arte, hacés la primaria y la secundaria, te inscribís en una carrera de abogacía, tenés la posibilidad de trabajar en un estudio jurídico, se te abren casi todas las puertas, pero el juez te cierra todo y no te deja. He logrado lo máximo en conducta y en concepto: 10-10. ¿De qué me sirvió? ¿Para qué sirve todo este desarrollo del conocimiento, si cuando ellos tienen que estimularte, ayudarte a organizarte y apoyarte, te cierran todas las puertas? Me parece que todo es un farsa y una gran mentira.
–¿Lo hace responsable al juez Viñas?
–Cómo puede ser que un juez que te dice que te va a ayudar, te ayuda a cagarte la vida. Te la complica. Es que no es su vida. ¿Los jueces son para todos iguales? A veces preferiría haberme quedado en la ignorancia, porque las cosas que aprendí, en lo jurídico, no se aplican como debería ser. La ley de Blumberg es para encerrar a los pobres, a los chicos cuando cumplen los 12 años. Es como matarlos, como sentarlos en la silla eléctrica o meterlos en la cámara de gas.
–¿Qué opina del tratamiento que le dio la prensa a su decisión de no volver a la cárcel?
–Muchos periodistas me odian. Gente de Radio 10, de Canal 9, muchas personas. Yo no los conozco. Hablan de mí como si me conocieran y yo nunca los vi. ¿Tan sabios son? ¿Tan grande es la capacidad que tienen en su mente para poder conocerme? ¿Por qué pierden el tiempo en ser periodistas? Con ese poder podrían ayudar a la gente. Con esos conocimientos adquiridos de la nada, podrían ocuparse de la realidad, en vez de desinformar. Eso les debe dar la posibilidad de vivir bien, de tener mucho dinero. Yo siempre me hice cargo de lo que hice y lo pagué. Eso me hizo sentir bien. Ellos no tienen derecho de mentir sobre mí.
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Casarse “de blanco” y con los hijos
Por Carlos Rodríguez
A pesar del momento que vive, Daniel Agustín Cabrera asegura que sigue viendo “una vida buena” en el futuro, lo que incluye casarse “de blanco” con Liliana, su actual pareja, y estar al lado de sus cuatro hijos, sobre todo de Marquitos, el menor. Afirma que las cárceles “se alimentan de seres humanos” y que “la muerte de un malviviente tiene un efecto ‘terapéutico’ para los bienvivientes”.
–Si vuelve a la cárcel va a perder todos los beneficios.
–Las cárceles se alimentan de seres humanos. Muchos pobres terminan en las cárceles. Mucha gente sufre. El preso y su familia, para cubrir a veces tantas mentiras del poder, de la corrupción judicial o policial.
Me han robado casi toda mi vida o me la he robado yo. A veces no lo entiendo. Mi cara es visible y si en algún momento llegara a cometer algún delito, las personas me identificarían. Claro que también hay personas que están dispuestas a declarar, a ser testigos porque están preparados y están pagados para hacerlo. Muchos quieren salir en la foto diciendo que fueron los que detuvieron a Daniel Agustín Cabrera.
–¿Se refiere a la policía?
–A todos los organismos. Puede ser un fiscal, un juez, un policía, un gendarme. Y si tienen la posibilidad de “aclarar” algún hecho, también lo van a hacer. Y si es posible, van a decir que estuve en un enfrentamiento, aunque no haya existido, porque jamás ando con armas encima. Cualquiera puede estar dispuesto a presentar la mesa servida. La muerte de un malviviente tiene un efecto terapéutico sobre los bienvivientes. Parece que los cura y todos aceptan lo que dice la policía. Eso, aunque se ha demostrado en cientos de casos que todo fue inventado. Casos de gatillo fácil, de “errores” donde siempre resulta muerto alguien.
–¿Cómo ve su futuro?
–Mi futuro es muy difícil, pero siempre les hice frente a la vida y a los desafíos. Igual sigo teniendo una sonrisa en los labios y sigo viendo una vida buena. Poder casarme con la mujer que amo. La veo vestida de blanco. Poder estar con mis hijos, acompañarlos. Estar con Marcos, con Jorge, con Sol, con Cristian, poder esperar algún nieto, poder recibirme de abogado. Es poco lo que puedo aspirar. Eso más allá de que me busquen o no me busquen, de que me agarren o no me agarren. Yo voy a tratar de estar lejos de todos y cerca de los míos. Pienso reunirme con mis abogados y que sigan pidiendo mi excarcelación. Si se me da, voy a poder retornar a mi casa, volver a estar con mi hijo.
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La historia de esta nota
Por Carlos Rodríguez
La voz en el teléfono fue escueta y contundente: “Tractorcito Cabrera quiere hablar con vos. ¿Querés hacerle una entrevista?”. Después de la inmediata respuesta positiva, siguieron nuevos llamados, un lugar de encuentro y la cita, a solas, en un auto estacionado en un lugar de la provincia de Buenos Aires. Con Daniel Cabrera nos conocemos desde enero de 2001, cuando le hice la primera nota. En el auto encontré al mismo hombre que entrevisté en la cárcel, deseoso de leer y de estudiar, pero ahora con muchos más conocimientos, de cultura general y de cuestiones jurídicas.
Lo había visto varias veces en su casa, con su mujer, Liliana, y su hijo menor, Marquitos. Era muy convincente cuando decía que quería rehacer su vida. Por eso la sorpresa cuando decidió no volver a la cárcel. Recordé sus deseos de libertad, lógicos, cuando estaba en la Unidad 1 de Ezeiza. Cuando deliraba con que su mujer lo rescatara en helicóptero, como había ocurrido una vez en un penal de Francia.
Sus urgencias eran las de tratar de demostrar que ya cumplió su pena, que ya hizo todo lo que tenía que hacer para estar libre de nuevo, sin ninguna traba. Llevaba consigo una bolsa plástica con los fallos recientes que lo involucraron y un Código Penal al que citaba en forma permanente. Cada afirmación suya, respecto de sus causas, merecía una recorrida por el texto del Código, para corroborar que los artículos y los incisos citados en la entrevista eran los correctos. Me dejó la impresión de un hombre que se muestra duro, pero que sabe de fragilidad y de peligro. Un hombre que necesita un bote salvavidas. Siempre repite la misma máxima: “La ley es como las serpientes: sólo muerde a los que andan descalzos”.
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Una carrera hacia el podio
Por Carlos Rodríguez
Si se hiciera un ranking de ladrones famosos Daniel Cabrera, Tractorcito, estaría en algún lugar del podio. Se crió con su madre y algunos de sus hermanos. A su padre no lo conoció. Tuvo un padrastro que –dice– lo ataba a una silla y lo golpeaba. Confiesa que compró un arma con la idea de asesinarlo. No pudo. Sólo lo amenazó de muerte si seguía golpeando a su madre y se fue de la casa materna. La primera vez que robó, siendo niño todavía, cayó preso en Ingeniero Maschwitz, partido de Escobar. Un mal comienzo. Su carcelero fue un joven policía llamado Luis Abelardo Patti, luego también famoso, pero como torturador.
Muchos años después, cuando ya era conocido por robar bancos, quisieron endilgarle el asalto a un camión cargado de pescado. “Yo no sé robar pescado. Para hacerlo, debería conocer cómo comercializarlo y no lo sé. Yo sólo robo bancos.” De ese robo lo absolvieron. Los propios policías que lo persiguieron reconocen que es “un ladrón con códigos, de los de antes”. El se define a su manera: “A las viejitas hay que ayudarlas a cruzar la calle. Yo no robo a viejitas ni trabajadores, robo bancos que tienen todo el dinero asegurado”.
Tuvo dos fugas históricas. En 1998, con otros chorros famosos como él, se largó de la cárcel de Devoto. Se hizo pasar por abogado y salió, muy trajeado, por la puerta principal, que da a la calle Bermúdez. No es raro que ande bien vestido. Tiene decenas de trajes y centenares de camisas y corbatas compradas en “la buena época”. Su fuga cumbre fue el 17 de septiembre de 2000. Se escapó del Departamento Central de Policía. Salió caminando por la puerta principal, de Moreno 1550, y se tomó un taxi. Se “abrojó” a una fuga planeada por los paraguayos Luis Alberto Rojas y Fidencio Vega Barrios, acusados por el crimen del vicepresidente del Paraguay Luis María Argaña. A Tractorcito lo condenaron, finalmente, a 25 años, por robos a mano armada. Dicen que formó parte de la banda de Luis “El Gordo” Valor. El lo niega. “Lo conozco, pero nunca estuve en su banda. Soy independiente”, aunque aclara, por las dudas, que es hincha de River Plate.
miércoles, 2 de abril de 2008
martes, 11 de marzo de 2008
¿Publicidad encubierta o iniciativa individual?
¿Se verán carteles de Doritos? La respuesta, en unos días, cuando se concrete por intermedio de un blog - http://quevuelvanloslentos.blogspot.com/- el Día de la Vuelta de los Lentos.
miércoles, 2 de enero de 2008
A 3 años y 3 días
Llegaremos
Él no te dejó,
él siempre está.
Aunque en esa trampa cayó
y nadie lo comprenderá . . .
Su luz sigue encendida,
fría multitud egoísta.
La verdad será descubierta
a pesar de que sangre la herida.
Lo que te mantiene vigente
(ese rezo bendito),
también nos sostiene a nosotros
desde este infierno infinito.
Zapatillas sin nombre,
vivirá tu voz en mi mente.
¡Qué abandono, justicia pobre!
Mirame desde arriba y dibujame el presente.
Tristeza voraz
y altares de llanto.
Risas, no más,
en este cruel desencanto.
El sol nos guiará,
difícil camino de espinas.
Tu fuerza, mi lucha.
Y cerrarán las heridas . . .
(¡¡yo sé que sí!!).
domingo, 30 de diciembre de 2007
¿Puede el corazón entender a la verdad?
-Mientras lean el texto, escuchen esta canción (la quise subir sólamente en audio pero no pude). Siempre la relaciono con Cromañón. Pero no dejemos que pongan las flores en soledad. Acompañemos.-
Los altibajos anímicos la pelean y forman una única lucha, donde la esencia es el corazón que forman esas 194 almas –más todas las de los sobrevivientes de aquél día y de los padres que no soportaron tanto dolor y se unieron a ellos- desencontradas de este mundo tan inútil, que a 3 años todavía no tiene respuestas para explicar lo que pocos pueden o quieren.
Pero ellos no abandonan. No aflojan y resisten ya que no hay desconcierto más grande que no saber lo que se quiere. El horizonte les marca que tienen que seguir. Por los que no están, por los que sí están, por los que vendrán. Y por el resto, aún ante el abismo de riesgos latentes invisibles para la autoridad y que encandilan a la sociedad por su brillo evidente.
El cielo les abrió sus brazos antes de tiempo pero tienen quienes los representen. ¿Fabricar otra verdad? Imposible. Los que se quedaron saben que las únicas vías que llevarán este tren a la estación serán las que tengan sólo que ver con la idea de batallar contra la falta de decisión.
El arte de provocar. Todos los responsables en libertad, la noticia que reflejaban los medios el 30 de noviembre, que anunciaba que Omar Chabán abandonaría el penal de Marcos Paz días después y que en forma simultánea ponía en primer plano a Aníbal Ibarra mientras asumía un cargo en la misma legislatura que alguna vez lo destituyó. Y sin presentarse a brindar declaración indagatoria por las muertes que lleva en su espalda política. Jamás.
Las flores al sol y una lágrima que cae . . . Pero tienen fuerte el cuerpo. Aunque el corazón no entienda a la verdad, esas madres y padres enormes están y estarán. Hasta que esa verdad, realmente, aparezca. Y el esfuerzo y el deseo por verlos sonreír desde el cielo hará que la razón se haga presente y así calme la angustia por verlos ahí todavía, esperando impacientes, con sed de justicia.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
He dicho que "no" durante un año . . . (y aún un poco más . . .)
miércoles, 17 de octubre de 2007
Por esas mamás
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Bandera blanca por 48 horas
martes, 25 de septiembre de 2007
A despertarse temprano y sacar la bicicleta
Así que ya sabe señor, señora, estudiante y trabajador: salga de su casa dos horas antes de lo habitual.
jueves, 20 de septiembre de 2007
No se olviden de ellos
Mañana, 21 de septiembre, se cumplen 4 años del secuestro de Cristian. Sus seres queridos parecen ser los únicos que lo recuerdan . . .
viernes, 20 de julio de 2007
Hasta luego, maestro
Fue el creador de Inodoro Pereyra, Boggie, el aceitoso, el perro Mendieta y la “china” Eulogia, los inmortales personajes de historieta. El mundo ha vivido equivocado, La mesa de los galanes y No se si he sido claro, son sólo tres de sus grandes libros de cuentos. También publicó tres novelas: Best Seller, El área 18 y La gansada.
Una de las últimas imágenes del Negro que quedó en la retina de los argentinos es en el Congreso Internacional de la Lengua, llevada a cabo en su ciudad natal en el año 2004. Ahí, Fontanarrosa hizo una exposición en defensa de las malas palabras, muchas veces usadas por él mismo en sus trabajos. El público le agradeció con constantes carcajadas a lo largo de su presentación.
En 2003 le habían diagnosticado esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad neurológica que hizo que fuera perdiendo movilidad. Hoy, a los 62 años, falleció un grande de la literatura argentina. Un ícono de la cultura nacional que deja vacía una silla del bar El Cairo, pero que nos llena de honor y de risas con sus fenomenales obras, tanto como dibujante, escritor u orador.
“Hace muy bien reírse. A mí lo que me gusta es que un tipo me diga que se cagó de risa con mi cuento. Con eso estoy bien". Si esas fueron sus palabras, ¿qué mejor manera de recordarlo que con uno de sus textos?
Wilmar Everton Cardaña, número 5 de Peñarol
Porque yo lo conocí a Cardaña. Y porque lo conocí a Cardaña puedo afirmar que mucho se equivocan aquellos que juzgaron o juzgan al áspero centrohalf peñarolense a través de la imagen recogida en los campos de juego.
Pero yo lo conocí a Cardaña y creo que fui uno de los pocos privilegiados que pudo compartir su cérculo áulico, cimentado en el respeto mutuo y los afectos sobreentendidos. Y fue ese respeto, ese sobreentendido, el que me permitió ser testigo de un hecho, de una anécdota, que echa por tierra el equivocado concepto de considerar a Wilmar Everton Cardaña como un mero cacique huraño, un ríspido patrón de la media cancha, temido y evitado por los rivales. ¡Cuántas veces el insulto hiriente, el epíteto injusto, el cántico soez, cayó desde la gradería rival sobre la humanidad generosa de mi amigo!
Sin duda alguna, muchos de aquellos que ayer desgranaron los más pesados e injuriosos improperios contra Wilmar Everton Cardaña se sentirán incómodos o arrepentidos al finalizar de leer esta nota que revela la otra cara del ídolo deportivo. ¡Cuánta nobleza habitaba el pecho inconmensurable de Wilmar!¡Cuánto valor cívico podía esconderse bajo el glorioso número cinco prendido a la mirasol peñarolense, ya fuera sobre el césped del Estadio Centenario, en cualquier campo de la vecina Buenos Aires, o en la grama misma de tantos y tantos estadios brasileños donde los frágiles y siempre pusilánimes morenos le temían como a una figura mitológica !
Tiempo después, algún pícaro modificó el apelativo para extenderlo a "El Hombre de Roble", lo que, en sí, parecía configurar un elogio a la increíble solidez de sus piernas ligeramente chuecas, pero que en verdad escamoteaba la verdadera intención del apodo, que aproximaba a Cardaña a la infame condición de "tronco". Lo avieso de la maniobra lo certifica el hecho de que esta deformación de su apodo fue adaptada velozmente por los seguidores de Nacional. Y no quedó allí la cosa, porque después de aquel desgraciado incidente con Fanego (el veloz punterito de Huracán Buceo que se destrozara una clavícula contra el alambrado olímpico en un cruce fortuito con Cardaña) parte de un periodismo no propiamente imparcial, pasó a llamarlo "El Hombre de Neanderthal".
Quisiera que esta anécdota, que puedo contar dado el particular contacto que tuve con el caudillo indiscutible de Peñarol, eche algo de luz sobre la "leyenda negra" que sobre él se derramara desaprensivamente. A mucho tiempo de los hechos, pienso que el mismo Cardaña, refugiado hoy en la paz y el reposo de su hogar en Treinta y Tres, me perdonara que refiera lo ocurrido en circunstancias de aquella histórica final del 54, tema que él, por pudor y humildad, jamás quiso develar.
Puede que el relato aporte también nuevas referencias a los amigos tangueros, ya que lo sucedido en torno a esa final inolvidable fue inmortalizado en un tango que, precisamente, lleva por nombre "La número cinco". La anécdota revelará que el titulo de la pieza se refiere a la casquivana pelota de fútbol, y no al número que lucía la camiseta de Wilmar Everton Cardaña sobre sus dorsales, ni al que identificaba (este fue un rumor poco serio y malintencionado) a una damisela aspirante al trono de "Miss Paysandú" y por quien, dicen, suspiraba el inspirado compositor de tangos.
Aquella mañana del 3 de noviembre de 1954 llegué al hotel Olinto Gallo, donde se alojaba habitualmente el plantel de Peñarol, palpitando encontrarme con un clima de nervios y tensión, acorde con la magnitud del gran encontronazo final con el clásico enemigo de todos los tiempos: Nacional. Había una efervescencia formidable en Montevideo y los tamborines de la murga "Los que pelan la chaucha" no habían dejado de atronar el barrio de La Tumba en toda la noche.
Sin embargo, me hallé con un grupo de muchachos --jugadores, técnicos y dirigentes-- departiendo mansamente luego del desayuno, al parecer olvidados de la proximidad de la justa. Pero esa primera impresión fue efímera. Algún gesto falso, ciertas torpezas en los movimientos, un par de respuestas destempladas o el rechinar penetrante de algunas dentaduras, denotaban el crispamiento interior, el desgarro insoportable de la espera.
Pregunté por Cardaña y me contestaron que el recio capitán se había retirado a su habitación luego de merendar. Subí a su pieza, con la familiaridad que me confería su actitud amistosa hacia mí, y me invitó a pasar con un gruñido. Wilmar Everton Cardaña era hombre de pocas palabras, muy pocas, como todo hombre criado en el campo, entre vacas y animales poco propensos al diálogo. Creo que hasta ese día --y ya llevábamos más de dos años de amistad--, sólo le había contabilizado nueve palabras, monosilabitas en su mayoría. Y vale la pena consignar que más de la mitad de ellas las había gastado en una sola frase, previa a otro partido importante, cuando levantándose imprevistamente de una tertulia, anunció: "Permiso, voy a ir al baño".
Era así, directo, franco, hombre de llamar al pan, pan, y al vino, vino, y no podían esperarse de él frases grandilocuentes o inflamados discursos. De más esta decir que era la tortura de los periodistas radiales, quienes, más de una vez, debieron quitarle los auriculares sin haber obtenido de él ni un dato, ni un nombre, ni una fecha. Encontré a un Cardaña taciturno y cariacontecido, cosa que atribuí a la responsabilidad del partido de la tarde. En aquella época no habían proliferado las líneas de ropa deportivas; por lo tanto, en las concentraciones, los playera usaban sus propios atuendos a veces de gustos caprichosos o discutibles. Cardaña llevaba puesto un saco marrón, colocado al revés, o sea, con la pechera sobre la espalda, lo que lo hacía parecer sujeto por un chaleco de fuerza.
--Es por el pecho-- me dijo, señalándose el cuello. Yo sabía que sufría de severas anginas de pecho. El cigarrillo --aquellos cigarritos negros "Barbudas", de la época, que solía lucir detrás de la oreja durante los partidos-- le había instalado una tos seca en el pulmón derecho y una tos convulsa en el izquierdo. Parecía mentira que un hombre que fumaba como él, casi siete etiquetas por día, pudiese tener ese despliegue incesante y depredador en el campo de juego.
¡Cuántos jugadores de hoy en día, con los tan mentados y publicitados sistemas de entrenamiento, dietas especiales y cuidados dignos de una odalisca quisieran poseer aquella inagotable capacidad física que acreditaba Cardaña, aun considerando sus excesos y descuidos! ¡Cuántos de los señoritos de hoy en día, atentos siempre a sus peinados y manicuras, se hubieran atrevido a mostrarse a la prensa en saco de calle vuelto del revés, camiseta musculosa debajo y pantalón pijama, sin temor a ser el hazmerreír o al escarnio!
En la misma habitación de Cardaña estaba Nelson Amadeus Farragudo, aquel implacable marcador de punta, el del gol agónico al Wanderers en el 49, de sombrero de fieltro sobre los ojos, tomando mate. Le decían "El Buitre" Farragudo, no sólo por la nauseabunda peladura de su cuello, sino porque, cual la conocida ave carroñera, era quien caía sobre los restos de las víctimas de Cardaña, cuando éste recibía a los delanteros rivales por el medio de la cancha. Por la mustia actitud de Farragudo --mitigaba el sonido del mate cubriéndose la cabeza con una toalla-- comprendí que algo no andaba bien en mi amigo, su compañero de pieza, el legendario centrohalf peñarolense.
Por si no lo he dicho, Wilson Everton Cardaña tenía una cara de rasgos grandes, muy marcados. Las cejas, negras y pobladas, se juntaban sobre el puente de la nariz. Los ojos, sin ser bellos, eran saltones y parecían querer fugarse por debajo de unos párpados gruesos, de piel porosa como la de los citrus. La nariz era prominente, larga, carnosa, de aletas amplias.La boca se abultaba bajo el bigote generoso y se alargaba hacia los costados, pareciendo que las comisuras profundas podían alcanzar los peludos lóbulos de las orejas, también enormes.
Entre estos lóbulos y la boca, sin embargo, se interponían dos hondonadas como tajos, arrancando desde los pómulos protuberantes para bajar y delimitar con claridad el mentón avanzado y desafiante. Daba la impresión de que uno podía tomar esa porción inferior de la cara, por aquellos surcos que partían de las mejillas, y quitarla de allí, como si fuese un aditamento plástico removible. Había en ese rostro algo perturbador y obsceno pero, al mismo tiempo, sobrecogedor. Era como contemplar un fiordo inmemorial, un precipicio de roca desnuda, el magma primigenio. Era asomarse al inicio de la naturaleza. Y ese rostro, aquel día, estaba transfigurado.
Consciente Cardaña de que yo había percibido ese clima extraño y dislocado, fue hasta una cómoda y sacó algo de uno de los cajones. Pronto se me acercó con la facilidad que le daba nuestra confianza mutua, y me extendió una hoja de papel azul.
Confieso que terminé de leer aquella carta con los ojos nublados por el llanto. ¿Cuántos purretes de hoy en día, deslumbrados por el artificio de la tecnología y la banalidad de la computación, serían capaces de solicitar a su ídolo deportivo el humilde y significativo obsequio de una pelota?¿Cuántos niños de la actualidad, engañados por la urgencia de una sociedad que no sabe de la pausa para la charla amable o la reflexión, tendrían la delicada paciencia de solicitar la pelota para "después" del partido y no para "antes" del mismo, con todos los inconvenientes que esa voracidad podría provocar en la popular justa?.
Pero mi sorpresa fue inmensa y total cuando alcé los ojos. Allí, delante mío, Wilson Everton Cardaña, "El Hombre", "El Capitán Invicto", "El Hacha" Cardaña estaba llorando. ¡Aquel que hiciera callar de un solo chistido a 150.000 brasileños aterrados en el estadio Pacaembú, cuando la final de la Copa Roca! ¡Aquel que se bajó los pantaloncitos y el calzoncillo punzo para mostrar sus testículos velludos, uruguayos y celestes a la Reina Isabel en el mismísimo estadio de Wembley! ¡Aquel que ya a los ocho años quebrara en tres partes el tabique nasal a su profesora de música en la escuelita sanducense... estaba llorando! Esta cartita escrita sobre el burdo papel azul por aquel botija preso en la fría sala del Hospital Muñoz había hecho el milagro de ablandar el corazón, en apariencia fiero, del granítico centrohalf de Peñarol y la selección uruguaya.
No abundaré en detalles ni cederé a la tentación periodística de recordar los avatares de aquel partido memorable que terminó con el resultado por todos conocido. Callé la historia por mí presenciada en la habitación de Cardaña, por pudor y por prudencia, consciente de que no saldría de mis labios ese relato, como así tampoco de los del "Buitre" Farragudo, austero en su vocabulario como en su manejo del balón.
El lunes, al día siguiente del encuentro, acudí al Hospital Marcelo Muñoz, a ser testigo del final de la historia. Esperaba hallar allí tan sólo a Cardaña pero cuan grande sería mi sorpresa al ver a las puertas de nosocomio el plantel íntegro de Peñarol, algunos aún con la camiseta puesta bajo el saco, deseosos de cumplir con el pedido postal! Y lo increíble, lo conmovedor, es que no se habían reunido allí por un acuerdo previo o concertado.
¡Uno a uno, por su propia cuenta, con la misma coordinación que ponían en el campo de juego para implementar la ley del off-side o presionar a un juez de línea, habían llegado hasta el Muñoz para acompañar al capitán en la entrega del preciado regalo! ¿Cuántos planteles de la actualidad, ahítos de dinero y fama fácil, serían capaces de repetir aquella escena, aquella convocatoria, llevada a cabo por hombres simples y cabales, deportistas que no conocían los devaneos en torno a contratos fabulosos ni los desplantes exigentes por unas cuantas monedas de oro, antes de comenzar algún encuentro?
Y entonces fue el sinceramiento. Ante esa presencia masiva y espontánea, frente a tanta humanidad enternecida, Wilson Everton Cardaña no aguantó más y lloró como una criatura. Lo seguí yo y luego el plantel. Lloramos abrazados sin avergonzarnos de los facultativos que nos miraban con cierta curiosidad o de los transeúntes que acertaban a pasar por el lugar. Algún periodista, mal periodista, arriesgo luego la mezquina versión que el plantel de Peñarol lloraba aun el lunes la ignominia de la abultada derrota, soslayando el hecho irrefutable de que se trataba tan sólo de un acto de amor y desprendimiento. ¡Cuántos periodistas de hoy en día, mercenarios que ponen su pluma al servicio de quien más paga, habrían hecho exactamente lo mismo que aquel sicario de la prensa amarilla!
Desahogados en parte, pero aún trémulos por lo tocante de la escena, pudimos seguir rumbo a la sala 2, media hora más tarde. Adelante, Cardaña, con la número cinco entre sus manos enormes. Atrás, yo y el plantel, encolumnados en un remedo de la tantas veces repetida entrada a la cancha.
Y quiero ser cauteloso al narrar lo que sucedió después, ya que tuvo ciertos rasgos sorpresivos e inesperados. Como así también advertir al lector que mi fidelidad al relato me obliga al uso de palabras que no son de mi predilección, a pesar de ser moneda corriente en la vía publica.
Fue casi simultáneo entrar en la sala 2 e individualizar al pequeño que había solicitado el obsequio. Tendría doce, trece años y, cubierto por un camisón blanco de tela basta, se hallaba de pie sobre su cama, expectante, mirando hacia la puerta como si nos hubiese adivinado. Tal vez el revuelo de enfermeras y doctores lo alertó, quizás la intuición infantil, o tal vez el hecho de que, nosotros, nos acercábamos cruzando los largos y umbrosos pasillos cantando la Marcha del Deporte. Pareció no dar crédito a lo que veían sus ojos, las pupilas se le empañaron y comenzó a temblar como atacado por la fiebre. Impresionado, Cardaña se acercó a él y le entregó la pelota firmada por todos.
El pibe la miró, nos miró a nosotros, volvió a mirar la pelota, nos volvió a mirar a nosotros y finalmente gritó:
Confieso que nos quedamos estupefactos, helados por lo sorpresivo de la agresión.
--¿Cómo carajo puede ser que esos putos nos hagan cuatro goles?-- siguió gritando el imberbe, ya absolutamente desaforado, roja la cara, las venas del cuello tensas, como a punto de estallar--. ¡Hijos de mil putas! ¡Troncos de mierda! ¡Métanse la pelota en el culo!
Y, acto seguido, arrojó el balón al rostro de Cardaña, estrellándolo contra su nariz. Vi palidecer al capitán y temí lo peor.
Vi a Cardaña dar un paso hacia el muchacho y supe que no podría contenerlo.
--¡Cagones!-- vociferó el chico, empinándose hasta caer, casi, de la cama--. ¡Maricones! ¡Vayan a trabajar, ladrones!
Advertí, en el último instante, el brillo asesino de tigre en los ojos de Cardaña, el mismo que había apreciado tantas veces en las inmediaciones del área, y supe que atacaba. Se lanzó con los dos pies hacia adelante en la temida "patada voladora" y alcanzó al muchacho en pleno tórax, de la misma forma que puso fin a la carrera de Alberto Ignacio Murinigo, el prometedor número nueve del River Plate. Cayeron los dos del otro lado de la cama y, sobre ellos, se abalanzó una docena de enfermeros que se habían acercado atraídos por los gritos del botija.
Salimos destrozados del Muñoz. Los muchachos de Peñarol, heridos hasta lo más recóndito por la injusticia de los agravios recibidos. Yo, por lo estremecedor de la escena presenciada.
Al día siguiente, un médico de guardia me informó que el chico tenía cuatro costillas fisuradas, lo que obligaría a prolongar su interacción seis meses más. También me dijo que el botija padecía de una calvicie irreversible, y que había solicitado permanecer internado a los efectos de no concurrir a una escuela técnica que detestaba. Que era un buen chico, en verdad muy hincha de Peñarol y que, meses atrás, se había hecho regalar un planeador firmado por un diestro del volovelismo que había batido un récord sudamericano.
Muy pocos conocen esta anécdota, ya que una conjura de silencio se cernió en torno a ella. Yo me abrigué en el secreto profesional para no revelarla. El plantel de Peñarol calló el suceso por un natural prurito del deportista derrotado y en cuanto al agresivo muchacho, tengo información de que aún sigue en el mismo hospital, aunque ahora con el cargo de "jefe de enfermeras". Wilmar Everton Cardaña siguió jugando, desparramando coraje y sangre charrúa en cuanto campo de juego le tocó en suerte asolar. Siguió acrecentando su fama de guapeza y virilidad sin límites. Siguió mostrando, en suma, una sola de sus dos caras o facetas: la del enérgico, pétreo y filoso centrohalf de los de aquellos tiempos.
Apenas un puñado de sus más íntimos guarda, como un tesoro, el secreto de aquellas lágrimas que supo derramar ante el conmovedor y sencillo pedido de un niño.
miércoles, 13 de junio de 2007
Gracias por ponerme en los créditos . . .
Noviembre de 2005
La Redonda de Belgrano: restauración lenta por falta de apoyo económico
El edificio es un símbolo para el barrio de Belgrano. En la actualidad, las refacciones, que constan de tres etapas, son sostenidas por las donaciones que hacen los fieles. El trabajo se atrasó desde 2002, ya que comenzó hace cinco meses.
Desde que fue inaugurada y bendecida el 8 de diciembre de 1878 en una ceremonia encabezada por el presidente de la Nación Nicolás Avellaneda, hasta hoy, año 2005, la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano sufrió el paso del tiempo. Las filtraciones desde las azoteas y la caída de revoques hacen que este monumento histórico requiera de una restauración inmediata, que está en marcha con la ayuda de las donaciones de la comunidad.
La Iglesia, ubicada en Vuelta de Obligado 2042, entre Juramento y Echeverría, en el barrio de Belgrano, es obra del ingeniero genovés Nicolás Canale, quien contó con la ayuda de su hijo José y el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, encargado de la construcción de la cúpula y considerado su discípulo. Los planos reflejaron el estilo neo-clasicista, una de las últimas expresiones del Renacimiento italiano, influencia que traían los Canale, quienes contaban con acreditados méritos en construcciones religiosas.
La crisis institucional del país postergó más de tres años el comienzo del trabajo, ya que las refacciones iban a empezar a principios de 2002, pero recién se pusieron en marcha en junio de 2005. El corralito, además de inmovilizar el dinero del pueblo en los bancos, dejaba deteriorar una iglesia que es orgullo para los vecinos del barrio.
El monto estipulado para el primer tramo, en donde se busca, como medida más urgente, evitar las entradas de agua al edificio mediante un arreglo que permita impermeabilizar la cúpula, con su linterna, azoteas y cornisas, es de 348.400 pesos, con la inclusión del IVA. Hasta el momento, entre lo que se pagó a la Empresa Nodo SA, adjudicataria de la obra, y el fondo de ahorros de la iglesia, se disponen de 162 mil pesos, reunidos por los fieles y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que aportó 45 mil. Para terminar los trabajos de la primera etapa, faltan alrededor de 187 mil pesos.En la segunda etapa se realizarán reparaciones de mampostería y se pintará la cúpula. Y en la tercera y última, se hará la consolidación final de la estructura, como así también la restauración de la pintura.
Luego de su construcción, en 1916, se le atribuyó el nombre de La Redonda por su forma circular. Situada frente a la Plaza Belgrano, el 8 de diciembre cumplirá años y espera seguir en pie para que su imagen pueda ser apreciada mucho más tiempo por Belgrano y sus fieles.
Dónde se pueden dejar donaciones para la iglesia
Ya que la Inmaculada Concepción, declarada de interés cultural por iniciativa de la Legislatura porteña, se hace cargo de los gastos mensuales que implica la obra, y no recibe "ningún aporte del Estado", según reclama un folleto, se intentan conseguir donaciones que sustenten los trabajos que ya están en proceso. Para completar la primera etapa restan juntarse alrededor de 187 mil pesos, pero también se precisan materiales, que son recibidos en la Secretaría Parroquial de lunes a sábado, en el horario de 9 a 12 y de 16 a 20. Los teléfonos son: 4783-8008 y 4784-3596.Otras maneras de contribuir son por medio de las colectas que se realizan en misa y por la cuenta corriente en pesos N°20696/9 del Banco Provincia, CUIT: 30-51907091-6, sucursal Belgrano (4003), ubicada en avenida Cabildo y Echeverría.
"Estamos reuniendo los fondos necesarios mediante la colaboración de empresas, instituciones y personas, cuyos valiosos aportes permitirán concretar los trabajos requeridos", ruega el mismo papel, en la espera de que la obra del "más que centenario edificio" no tenga que interrumpirse por falta de fondos.
No hay peligro de derrumbe, ni quedará inhabilitada
Así lo indica el arquitecto a cargo de las obras. Y explica que las líneas de colectivo que circulan por la zona influyeron en el deterioro."La idea es volver a pintar y restaurar toda la estructura para que quede como estaba antes. La aislación hidrófuga para sellar las filtraciones de agua, y el mantenimiento de los revoques son la primera prioridad", manifiesta el arquitecto Ricardo Czapla, encargado de llevar adelante las obras de refacción de La Redonda.
El profesional, de 54 años, quien estuvo al frente de la restauración de la estancia La Caledonia (donde se firmara en 1829 el Pacto de Cañuelas entre Juan Manuel de Rosas y Juan Lavalle) y el Museo de Arte Moderno de Avenida San Juan 350, también asegura que el edificio no corre riesgo de derrumbe y que los trabajos, llevados a cabo por diez obreros, no entorpecerán las misas celebradas allí. "Sólo por momentos es necesario inhabilitar la entrada al lugar por algunas horas, para arreglar los revoques sueltos, pero la iglesia no se va a venir abajo", indica.
Destaca que la ampliación de la línea D de subterráneos y la circulación de los colectivos por la calle Juramento y la avenida Cabildo hicieron que la iglesia se "asentara" y provocara rajaduras.
También agrega que la tercera etapa de las reparaciones será manejada por una empresa "de primer nivel", pero recién en 2006, dado que es un trabajo costoso y el dinero recaudado todavía no alcanza.
Por Guido Díaz Vélez
http://www.mibelgrano.com.ar/novedadesrestauracion.htm
Y esto es lo que salió en Clarín, el 15 de abril de 2006:
La Iglesia símbolo del barrio de Belgrano
Con donaciones de los vecinos están restaurando la Redonda
El arreglo de fisuras y filtraciones costó $ 320 mil. Buscan
fondos para más obras.
Nora Sánchez
Tardaron casi catorce años en construir la iglesia Redonda de Belgrano, consagrada a la Inmaculada Concepción. Y cuentan que la construcción fue tan lenta porque se realizó a medida que aparecían los fondos. Hoy, es un ícono del barrio.
Sin embargo, la historia se repite. Desde hace un año la Iglesia está siendo restaurada con la ayuda de las contribuciones de los fieles, vecinos y algunas empresas. Los trabajos avanzan a paso lento, pero seguro. La primera fase, la reparación de filtraciones, ya está casi terminada. Y ahora el párroco quiere reunir fondos para continuar las obras.
"El templo original era apenas una capilla, que estaba en 11 de Setiembre y La Pampa —cuenta el cura párroco, Rafael Morán Díaz—. El entonces pueblo de Belgrano creció tanto que pronto quedó chica. En 1865 se puso la piedra fundamental de La Redonda. Hoy no hay otra iglesia igual en la Ciudad".
Hace 20 años, la iglesia empezó a tener filtraciones de humedad. "En la década del 90, con la extensión del subte D el tránsito de Cabildo se desvió por el frente del templo. Debido a las vibraciones el edificio se asentó. Se produjeron fisuras y desprendimientos de cornisas y mampostería", revela Ricardo Czapla, el arquitecto a cargo de la reparación y restauración de la iglesia.
En 2003 decidieron arreglar lo más urgente y el párroco apeló a la generosidad de la gente. Mal no le fue: hubo aportes de empresas y vecinos y un subsidio de $ 45.000 del Gobierno de la Ciudad. Así reunieron $ 320.000, que permitieron arrancar con la obra. Hoy la primera etapa está casi finalizada.
"Se hicieron arreglos para evitar nuevas filtraciones: impermeabilizaron la cúpula y las terrazas principales y del cupolino (la terminación de la cúpula). Además consolidaron las cornisas perimetrales, reemplazaron vidrios y también las pizarras del cupolino. Y a pedido del barrio le agregamos iluminación a la cruz", detalla Czapla.
Para arreglar el campanario y finalizar esta primera fase de la obra, aún hacen falta $ 100.000. En la segunda etapa repararán los revoques interiores de la cúpula y restaurarán su pintura. Una pintura mural que crea la ilusión de casetones en sobrerrelieve. "Sólo el alquiler del andamiaje para llegar a la cúpula, que está a 30 metros, cuesta $ 200.000", se preocupa Czapla.
La tercera y última etapa de las obras consistirá en la iluminación integral y la restauración del resto de las pinturas interiores. "También vamos a combatir la humedad de los cimientos", dice el arquitecto.
Para todo esto, hace falta volver a recurrir a la generosidad de la gente. La parroquia abrió una cuenta bancaria para recibir donaciones (ver Cómo colaborar). Así, tan de a poco como cuando la construyeron, la iglesia Redonda de Belgrano recuperará esa elegancia que hizo que Domingo Faustino Sarmiento la comparara con el Duomo de Milán.
Cómo colaborar
Para recibir donaciones, la parroquia Inmaculada Concepción abrió una cuenta corriente a su nombre en la sucursal Belgrano del Banco Provincia. El número es 020696/9 y el CBU 01400038/01400302069694.
La inauguraron en 1878
La Iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano, de estilo neo-clasicista, fue diseñada por el ingeniero genovés Nicolás Canale, que quiso imitar un panteón romano. La obra avanzó con tanta lentitud que no pudo ver su obra terminada: murió en 1876 y tomó la posta su hijo José. Lo asistió el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, que construyó la cúpula.
Mientras, hubo que vender la antigua capilla y sus terrenos de la barranca. "Recomendamos este terreno a los ricos capitalistas amantes de lo bueno y del progreso, mucho más siendo su producto destinado para la prosecución de nuestro colosal monumento, la Iglesia nueva", decía el anuncio del remate. La Redonda fue inaugurada el 8 de diciembre de 1878.
http://www.clarin.com/diario/2006/04/15/laciudad/h-05201.htm
jueves, 7 de junio de 2007
7 de junio, día del periodista
"Un periodista digno de ese nombre se hace responsable de todos sus artículos, aun los anónimos; considera la calumnia, la acusación sin pruebas, la alteración de documentos, la deformación de los hechos, como las más graves faltas profesionales; sólo reconoce la jurisdicción de sus pares, autoridad suprema en materia de honor profesional; se abstiene de invocar un título o una calidad imaginarios; de emplear medios desleales para obtener una información o sorprender la buena fe de alguien; no recibe dinero de una empresa pública o privada en la que pudieran aprovecharse sus influencias, sus relaciones o su calidad de periodista; no firma artículos de publicidad comercial o financiera; no plagia, cita a los colegas de quienes reproduce algún texto; no solicita el empleo de un colega, ni provoca su despido ofreciéndose a trabajar en condiciones inferiores; guarda el secreto profesional; no usa la libertad de prensa con intención interesada; reivindica la libertad de publicar con honestidad sus informaciones; considera los escrúpulos y el cuidado de la justicia como reglas primordiales, y no confunde su rol con el de policía".
viernes, 25 de mayo de 2007
Donar es dar vida (que nos entre en la cabeza)
En Argentina hay 5385 personas que esperan un transplante de órgano. La ley del donante presunto ayudó a que la gente tome conciencia. Pero todavía quedan pasos por dar. ¿Qué más hay que hacer?
Hugo Gálvez, de 48 años, es Médico Pediatra y Nefrólogo Infantil. Se desempeña en el Policlínico Bancario y desde marzo de 2005 es Jefe de Nefrología Infantil y Trasplante renal pediátrico de la Fundación Favaloro.
Hugo, ¿cuáles son los máximos inconvenientes a la hora de realizar un trasplante?
El mayor problema continua siendo el del escaso número de donantes. Si bien en los últimos años se ha incrementado, aún los tiempos en lista de espera son prolongados. Otros inconvenientes que surgen son de carácter administrativo y/o socio-económico. Por ejemplo, en muchas ocasiones obtener las autorizaciones de las distintas obras sociales o del Estado, si el paciente no cuenta con una, lleva bastante tiempo y papeleo. Además, el receptor del órgano debe poder contar con determinadas condiciones básicas de infraestructura en el hogar, que no siempre se cuentan. En esos casos el servicio social de las distintas instituciones de trasplantes evalúa y supervisa esos temas y se ocupa de que esas condiciones se cumplan (agua corriente, baño completo, pisos, paredes y techo de material).
¿Piensa que ese miedo a que se trafiquen los órganos sigue en la cabeza de mucha gente y que influye a la hora de donar o dar el consentimiento?
Afortunadamente, ese temor es cada vez menor pero forma parte de las tantas leyendas urbanas que circulan sobre temas médicos entre la gente. Pero al ser explicados claramente, se disipan esas dudas.
¿A qué se debe ese pensamiento sobre el tráfico?
Creo que lo que mantiene vivo ese temor es el desconocimiento por parte de la gente de los mecanismos vigentes para evitar que eso suceda y de la complejidad técnica necesaria para, no sólo realizar un transplante, sino para su posterior control y seguimiento, que son irrealizables por fuera de organismos legalmente habilitados.
“Hoy es por Belén, mañana puede ser por vos”. La frase encabezaba marchas por esa chica de 19 años del barrio de Belgrano. Sufría de fibrosis quística, una enfermedad congénita que afecta a uno de cada 2500 chicos. Es por eso que necesitaba un transplante bipulmonar y estaba internada en terapia intensiva en la Fundación Favaloro.
María Belén Sabella llegó a estar en la lista de emergencia nacional del Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante). Sus amigos y familiares realizaron numerosas marchas por el barrio y por la Ciudad entera. Con afiches, volantes y megáfono incluido, se pasearon con caravanas de autos. Una enorme bandera con 5 mil manos pintadas representaba la cantidad de personas en el mismo lugar que ella. ¿El fin? Generar conciencia. Que nadie más muera por la falta de un órgano.
María Belén falleció el 15 de diciembre de 2002. Estaba internada en la Fundación desde el 19 de octubre. Había cumplido años tan sólo 3 días antes. El mejor regalo que le podía hacer la sociedad era salvarla. Pero le dieron la espalda.
“Murió por la indiferencia de una sociedad que no hizo nada por ella”. Las palabras fueron de María Inés Cinco, tía de la joven. Y tenía razón.
Este caso, para algunos, había quedado en el olvido. A partir de ese momento, sus familiares y amigos ya planteaban la aprobación de la ley del donante presunto, hoy hecha realidad. Gracias a ellos, por luchar por todos.
¿En cuánto ayudó la ley del donante presunto?
Esa ley da como supuesta la voluntad de donación altruista de todos nosotros y faculta entonces a los organismos pertinentes a disponer de los órganos del fallecido mayor de 18 años para trasplante si y sólo si éste dejó en vida expresa constancia sobre su voluntad de donación. Existen algunas contradicciones en el texto de la ley que hacen que se continúe solicitando autorización a la familia del fallecido. Que debe, en un momento de profundo dolor, tomar una decisión trascendente.
Ley 26.066:
Artículo 5º: Incorpórese a la ley 24.193, como artículo 19 bis el siguiente:
Artículo 19 bis: La ablación podrá efectuarse respecto de toda persona mayor de DIECIOCHO (18) años que no haya dejado constancia expresa de su oposición a que después de su muerte se realice la extracción de sus órganos o tejidos, la que será respetada cualquiera sea la forma en la que se hubiere manifestado.
Artículo 8º: Sustitúyese el artículo 21 de la ley 24.193, el que quedará redactado de la siguiente forma:
Artículo 21: En caso de muerte natural, y no existiendo manifestación expresa del difunto, deberá requerirse de las siguientes personas, en el orden en que se las enumera, siempre que estuviesen en pleno uso de sus facultades mentales, testimonio sobre la última voluntad del causante, respecto a la ablación de sus órganos y/o a la facultad de la misma.
“Como verás, primero deberíamos legislar coherentemente y luego poner verdadero énfasis en campañas de apoyo a la donación que aclaren dudas, despejen temores y creen verdadera conciencia de este tema (el verdadero altruismo se ejerce, no se reclama). Además, se debería sancionar a aquellos empleados -de las entidades donde se tramitan documentos de identidad- que no interroguen a la gente que renueva sus documentos sobre si desean donar o no, tal como indica la ley. Y así hacerlo constar en el DNI, pasaporte o cédula”, reclama y argumenta Hugo Gálvez.
¿Cuál es la mayor virtud y la mayor falencia en el actual sistema?
La mayor virtud radica en que facilita el acceso a los trasplantes a cualquier persona y que el Estado es quien financia 100 por ciento las erogaciones resultantes del proceso, garantizando la continuidad del programa a nivel nacional. Las falencias derivan de la falta real de campañas de difusión y una actitud más comprometida de los estamentos intermedios responsables de que la ley vigente se cumpla a carta cabal.
Incucai: 4788 – 8300
Fundación Favaloro: 4378 – 1200 / 1300